“Esto sugiere que lo que rotulamos como características
patológicas de la adicción podrían reflejar de hecho un proceso cognitivo
normal y que por lo mismo todos nosotros estaríamos cableados, en algún
grado, para volvernos adictos”, reflexiona Anderson.
Brian Anderson, profesor de psicología en la Universidad
A&M de Texas, en un estudio que aún se encuentra en prensa en la sección de
Dependencia de Drogas y Alcohol de la misma universidad.
Anderson, quien se ha especializado en neurociencia
cognitiva, dice que una de las características de la adicción es una mayor
predisposición, o una más acentuada, a responder a las señales de la presencia
de drogas. “El desviar la atención es una tendencia a dirigirla a algo que
incluso puede estar en conflicto con nuestros propósitos, haciendo difícil el
poder olvidar la distracción”. “La presencia de una droga es algo que sirve
como un llamado a buscarla y usarla. Un ejemplo puede ser una jeringa, en el
caso de una droga inyectable o un recipiente de vidrio en el caso de una
inhalada”.
Dice él que una persona se vuelve adicta a una sustancia,
cuando el estímulo asociado a esa sustancia tiene la habilidad poderosa de
capturar la atención de ella, un fenómeno que no ocurre en quienes no tienen
historias de abuso de sustancias.
Lo que teoriza Anderson es que los desvíos de la atención hacia las drogas reflejan un proceso cognitivo normal, para el que estamos cableados y que nos lleva de forma directa y de manera automática a responder a los procesos aprendidos de recompensa.
Aunque los relacionados con las drogas parecieran anormales, son similares a los experimentados por personas saludables y sin adicciones.
Para probar su teoría pidió a un grupo de participantes en
su estudio, desarrollar una tarea que consistía en encontrar diferentes objetos
coloreados por lo cual recibían una recompensa monetaria. Lo siguiente fue
repetir el proceso de búsqueda y hallazgo, pero esta vez sin recompensa. “La
habilitad para ignorar esos objetos asociados previamente a una recompensa se
cimienta en diversos juicios de valor y bajo una variedad de condiciones”,
explica.
Lo que encontró Anderson fue que los objetos asociados a una
recompensa, que no tienen nada que ver con drogas, captaron la atención e
influyeron en el comportamiento de las personas de la misma manera que el
señuelo de las drogas lo hace en los pacientes adictos a ellas.
“Esto es, los desvíos de la atención fueron evidentes aún
cuando entraron en conflicto con los comportamientos cotidianos, duraron un
buen tiempo, fueron mediados por muchas regiones similares en el cerebro y
facilitaron acciones hacia el estímulo. Los pacientes adictos a las drogas
también mostraron desvíos de atención fuertes hacia estímulos no relacionados
con drogas, sugiriendo que puede existir una mayor sensibilidad a la influencia
del factor recompensa, lo que podría jugar un papel esencial en el
comportamiento adictivo”.
Lo que estos hallazgos sugieren, dice Anderson, es que todos
tenemos tendencias similares a las adictivas en la forma como percibimos el
mundo y que son influenciadas de forma directa por los centros del aprendizaje
ligados a la recompensa y que algunas veces, por supuesto, se salen de nuestro
control.
“Existe una enorme carga de humildad en todo esto. Creo que
es importante tenerlo en mente, cuando tratamos de buscarle sentido al por qué
nosotros y todos los otros que conocemos hacemos y hacen lo que hacen. A dónde
miramos y que nos proponemos no es siempre el resultado de nuestras intenciones
conscientes. Más bien, los desvíos automáticos son una parte normal de nuestra vida.
Por ello, o bien trabajamos en su contra o los reemplazamos por hábitos más
saludables que esos que nos pueden llevar a malos resultados”.
Anderson señala que su estudio es importante y mucho cuando
se aborda el tema del tratamiento de las adicciones. Los desvíos en el proceso
de la información que bien sabemos ocurren en la adicción no son una
consecuencia directa del uso de drogas, o al menos no son la única y que el
control del uso de drogas por sí mismo no lleva a inutilizar el gatillo que dispara
el deseo por situaciones que pueden disparar señales que propicien una recaída.
“Para tratar las adicciones, necesitamos controlar los
procesos cognitivos normales”, finaliza Anderson.
Y ya que estamos, existe una diferencia abismal en la
respuesta a lo que es una condición biológica de nuestro cerebro. La adicción
depende, y de qué manera, de las condiciones socioeconómicas, del entorno, de
la educación y por supuesto de la calidad y la pureza de las drogas.
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